Este caballero bien podría haber participado en la toma de Mérida o en la batalla de Alange, que tuvo lugar en 1230. Un ejército liderado por Alfonso IX había partido a finales del año anterior hasta esa ciudad, a la que había sitiado desde febrero, para arrebatarla a los almohades. En el contingente participaban, además de las tropas del monarca, caballeros de las órdenes del Temple, Alcántara y Santiago.
Lo que destaca de esta figura es la postura. Se muestra altivo, arrogante, desafiante, fiero. Podría ambientarse antes o después de la batalla. Se ha convertido en un clásico -pertenecía al catálogo de figuras de 54mm de Élite Miniaturas pero ha sido recuperada con acierto por FeR Miniatures- y puede reconocerse la mano de Mike Blank en la escultura.
Parecía recomendable respetar la diagonal que se dibuja entre sus pies para ubicarla en la base. La mirada hacia fuera de campo, y no interpelando directamente al espectador desde la vista frontal de la peana, siempre sugiere cierta amplitud. Opté por esta solución al plantarla sobre ella y sujetarla con un perno en su pierna derecha. Luego llego el momento de buscar una imprimación que permitiera sugerir y descubrir los volúmenes sensiblemente insinuados de la vesta, a la que un leve soplo de viento levanta un poco por delante.
El rostro debería mostrarse tostado por el sol, así que opté por incorporar tonos anaranjados para su tez morena. También aposté por dar un tono marrón claro y brillante con desgastes al protector de cuero de la cabeza para el yelmo (un yelmo que no existe y que podría incorporarse en otra propuesta formando parte de la ambientación).
Con estas cuestiones avanzadas, llegó el momento de pintar la sobrevesta y de plantear un diseño de la cruz y su ubicación. Con una base formada por marrón cubierta mezclada con caqui y marrón violeta y también puse algun leve tono de rojo violeta, casi todos ellos en muy poca cantidad, casi imperceptibles, pero que le dan variedad cromática y calidez.
En el interior del escudo pinté tablas de madera con veteados claros, para que reflejaran un poco más la poca luz que pudieran recibir desde el frente.
La base ya estaba texturizada con arena de Vallejo y piedrecitas de diferentes tamaños ubicadas en lugares que sirvieran para equilibrar la composición.
La pintura de un escudo es siempre un reto interesante. Lo es, sobre todo, porque hay muchas variables que intervienen: el desgaste del cuero y de los golpes sufridos sobre la pintura, los efectos de la batalla, los detalles de la heráldica y los colores... En este caso, teniendo en cuenta el dominante blanco y un poco satinado del protector de la madera, habría que buscar un equilibrio entre la suciedad y los rasguños efectuados por armas de corte o los impactos de armas de golpe, acompañados de salpicaduras o manchas de sangre. Y encima, dar sensación de que esos efectos están ajustados a la escala y son verosímiles. Bueno, así es como la dejé. ¿Me pasé? No sé. Yo creo que incluso deberían quedar mucho peor tras varias batallas. También trabajé el pintado de la cruz para que no pareciera tan plana.
En esta ocasión probé algo nuevo para la cota de malla. En realidad, el brillo es el del propio metal, ya que raspé cuidadosamente los lugares en los que quería que se mostraran los reflejos de esta protección metálica que había oscurecido previamente con paulatinos lavados en negro sobre la imprimación gris. Creo que en las fotos finales esto puede apreciarse. Lo interesante es que cuando la figura está expuesta a la luz, recuerda el aspecto semibrillante que la cota de malla debería tener dependiendo de la procedencia del foco principal, el sol en el caso del exterior del campo de batalla.
Finalmente, es en el ensuciado y la integración de la figura con el terreno en donde reside uno de los secretos de la transmisión de una sensación y una situación al que observa. La sobrevesta debía quedar sucia, la cota de malla, empolvada hasta casi esconder el detalle. La funda de la espada, con cortes. El hacha, con restos de sangre. Algunas gotas incluso han manchado el suelo.
Y así es como quedó.
¡Hasta la próxima!
KPG