Después de la pausa forzada por obras y el paréntesis veraniego retomo el blog. :)
Muchos colegas se asombran de que algunos pintores de figuras que usan colores acrílicos tengan a mano un secador que emplean una vez acabadas algunas pinceladas. Esta aplicación de calor cumple dos objetivos. Por un lado, se acelera el secado, lógico, y con ello el proceso de acabado de la miniatura, ya que se pueden aplicar antes nuevas capas, mezclas, veladuras o transparencias. Pero, por otro, puede atenuarse esa tendencia a satinar que tienen algunas pinturas, y en general algunos colores en concreto más que otros (como puede ser el caso de los azules, los verdes y algunos rojos). No sólo eso, sino que con el calor que aplica el secador, se puede conseguir un tono apagado acorde con la textura que queremos reproducir.
Os muestro un ejemplo. En este caso he elegido una mezcla para realizar la capa base del "bleu foncé", el típico azul napoleónico, elaborada con azul de prusia oscuro y negro (ambos de Vallejo).
Si al aplicar algún color o una capa base nos pasamos con la pintura, o hay un excedente de agua y además se generan concentraciones como "charquitos" podemos acabar teniendo unos brillos poco estéticos sobre el fragmento o la zona en la que trabajamos.
Aplicamos calor con prudencia y a una cierta distancia.
Y el resultado. Sin brillos y con un aspecto que se aproxima al de la ropa original, a escala, claro...
Al principio cuesta acostumbrarse, pero luego, cuando se descubre la utilidad, se convierte en una herramienta indispensable para muchos.
¡Saludos!
KPG